jueves, 28 de abril de 2011

Yo te exhorto, alma mía.



Yo te exhorto, Alma mía, a que sostengas firmemente la fe entre tus manos. La vida bien merece la heroica resistencia ante el desánimo. Con tesón descubrirás que no hay muralla que detener pueda al espíritu humano.

Elévate pues, como un pájaro y verás que más allá de las tormentas, se abre al paso un cielo azul que resplandece y brilla. Todo es cuestión de perspectiva. Desde abajo todo se hace cuesta arriba. Colócate entonces en el ángulo adecuado.

Que la esperanza sea para ti la bocanada de aire puro. Respirar a cada instante es imprescindible para la vida… Ten confianza en tus capacidades. Recuerda que una aguja puede encontrarse en el pajar: solo es cuestión de una determinación a toda prueba, un denodado esfuerzo, fe y un poquito de suerte.

Vive. Abre las puertas del palacio blanco. No tengas miedo a explorar tus límites. Son más extensos que los grilletes y cadenas que te impusiste. Desde lo cómodo de la madriguera, o del redil, no se divisa el lejano horizonte de la pradera. Cada avance, te descubrirá nuevas metas… Ante ti se extiende una tierra sin fronteras en la que descubrir paisajes fascinantes, bosques, prados, valles fértiles y cumbres escarpadas; hay, allí fuera, otros seres que caminan por el mundo compartiendo el mismo aliento, empuñando el remo en el gran navío de la existencia, son las bocas por las que habla la única voz, los mil ojos de una sola mirada.

Quién sabe, tal vez descubras en tu viaje, peregrino… el camino de regreso a Itaca.

Alma mía, sé generosa. La Felicidad es de quien comparte. Entrégate a corazón abierto, sin máscaras ni reservas. La vida se escapa cada vez que la retienes. Si lo piensas bien… en un puño prieto poco cabe. Nada de aquí podrás llevarte, así que abre tus manos. No es más rico el que acapara, sino el que más reparte.

El amor es el gran secreto de la inmortalidad. Ama siempre que puedas... y hasta cuando dudes. Pase lo que pase que el amor haga de ti, alma mía, su asiento, su templo y su hogar. Sonríe mucho. Nunca el ceño fruncido disfrutará del alba. Con una sonrisa, lo absurdo se vuelve cómico, la amargura termina por dejar un sabor dulce y la vida toda se ilumina. Deja que tu faz se engalane con el multicolor rayo de la alegría. Que puedas ver el mundo blanco y negro, en cinemascope, a todo color. Elige siempre el optimismo como opción. Caminaras ligero… y mucho o poco…., sabrás extraer de todo el jugo alquímico de la sabiduría, destilado gota a gota, en cada paso, en cada experiencia.

Se humilde, pero no servil. Observa detenidamente la posición privilegiada en que te encuentras. Eres libre. Habitas entre el cielo y la Tierra. Pregúntate serenamente como ejercitar tan alto don. Busca con sinceridad la respuesta. Es gran responsabilidad tener conciencia.

Reverencia a la Naturaleza. La dura piedra, el viento, los mares, el fuego y las estrellas. Observa con detalle su grandeza, que sin ostentar, desborda. Aprende de ella…. Gota del gran océano, participas de su fuerza. En modo alguno, alma mía, eres tú su dueña. Líbrate de toda vanidad.

Te exhorto a que no me abandones cuando más falta me hagas. Cuando por un instante me olvide y piense que soy pesado barro. Cuando apesadumbrado crea ser efímera y sinsentido existencia… En ese momento… preséntate ante mí como un ser radiante y recuérdame quien soy…

Víctor Vilar.

sábado, 16 de abril de 2011

"Respuesta" de José Hierro

Este es uno de mis poemas preferidos. Las cosas que se pueden decir... de todo aquello que no se puede decir con palabras.

"Respuesta"

Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras.
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla mi gente.
Que tú me entendieras a mí sin palabras
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada en un álamo verde.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte,
Hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones que tú no comprendes.
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el sol invisible,
la pasión con que dora la tierra sus frutos calientes.

Me preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de darte.
Siento arder una loca alegría en la luz que me envuelve.
Yo quisiera que tú la sintieras también inundándote el alma,
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también te quemase y te hiriese.
Criatura también de alegría quisiera que fueras,
criatura que llega por fin a vencer la tristeza y la muerte.

Si ahora yo te dijera que había que andar por ciudades perdidas
y llorar en sus calles oscuras sintiéndose débil,
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños oscuros,
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba muy verde...

Si ahora yo te dijera
que es tu vida esa roca en que rompe la ola,
la flor misma que vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste,
aquel hombre que va por el campo nocturno llevando una antorcha,
aquel niño que azota la mar con su mano inocente...

Si yo te dijera estas cosas, amigo,
¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro candente,
qué olores, colores, sabores, contactos, sonidos?
Y ¿cómo saber si me entiendes?
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la muerte?
¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu noche la luna,
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?

Sin palabras, amigo; tenía que ser sin palabras como tú me entendieses.

José Hierro. (Alegría 1947)