jueves, 14 de marzo de 2013

¿Hay atajos en el camino de la espiritualidad?

Tal y como narra un cuento zen, un discípulo preguntó al maestro cuánto tiempo tardaría en alcanzar la iluminación, a lo que el maestro respondió que diez años. El joven, que tenía prisa por concluir su aprendizaje y regresar a su hogar, le pidió cuánto tiempo le costaría si se aplicaba con más esfuerzo del normal. El maestro le respondió que de esa forma su aprendizaje se prolongaría quince años. El joven no daba crédito a la respuesta, “¿antes diez, ahora quince años? ¿Se está burlando de mí? Hábleme en serio, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación si me entrego en cuerpo y alma?” El maestro, serenamente, le respondió que de ese modo tardaría veinte años.  La enseñanza de este cuento es obvia, cualquiera que desea resultados rápidos tardará más en su propósito, puesto que el acento lo pone en la rapidez del aprendizaje y no en el aprendizaje en sí mismo.

A la pregunta de si son posibles los atajos en el camino de la espiritualidad tenemos que responder: NO. El que busca atajos, entendiendo este término como treta o reducción del trayecto se verá retrasado por una pesada carga: su propia ansiedad y deseo. Por lo general, cualquier cosa verdaderamente válida es fruto de un continuado ejercicio. Aprender a tocar un instrumento musical, sacar unos estudios, lograr el éxito en una empresa, no son cosas que se consigan rápidamente. La constancia tiene más valor que el ímpetu de un día. Si atendemos a valores el plazo de tiempo se alarga: la integridad se acrisola durante toda la vida,  al igual que si uno ama, tiene que alimentar a diario el sentimiento si lo que pretende es que perdure en a través del tiempo,  porque de lo contrario se deja de vivir el amor.
 Si, desde otro punto de vista, entendemos “atajo” como regla o varita mágica podríamos responder que sí que hay un elemento que facilita el camino de la espiritualidad: Amar. Pero todos estarán conmigo en que “Amar” es de las cosas más difíciles y que lleva toda una vida aprender a hacerlo, y ni siquiera es suficiente. Por lo tanto, volvemos a la primera respuesta. NO hay atajos.

Yo me atrevería a decir que la existencia es un largo proceso de aprendizaje que no concluye. La vida es un peregrinaje, un proceso de trasmutación, de perfeccionamiento. Por lo tanto la espiritualidad no es algo que pueda ser adquirido un día y prescindir de ella al siguiente. La sentencia “yo fui espiritual de joven…. pero ahora paso de eso” equivale a decir que creíste vivir la espiritualidad, pero en realidad fue simplemente una ilusión. Tampoco es el resultado de un aprendizaje puntual. La espiritualidad no sólo es practicar meditación, o sólo hacer yoga, o sólo…(tantos ejemplos como quiera poner cada uno). La espiritualidad es un proceso vital y por su misma calidad no puede ser parcial, sino holístico. No se puede llevar doble vida. Una ser espiritual y otra dejarse llevar por la materialidad más grosera. Tampoco ser espiritual solamente una hora a la semana, o veinte minutos diarios. La espiritualidad se incorpora como un estilo de vida del cual ya no se prescinde. Es una disposición psíquica y moral abierta al desarrollo del espíritu, y a la práctica de aquellos valores que permiten liberarse de los condicionamientos materiales. Para hacer honor a la verdad en realidad el camino de la espiritualidad no es una opción, de la misma forma que tampoco podemos renegar de la corporalidad. Todos somos seres espirituales y corporales. Nuestra vida es espiritual y material al mismo tiempo. La pregunta es si somos conscientes de ello o no. Lo que nos debe preocupar es si vivimos ciegos a ese elemento espiritual que nos constituye o por el contrario hemos despertado la conciencia a esa realidad que traspasa cada átomo de nuestro cuerpo, que se expresa en cada emoción, que queda aprisionada o liberada en cada pensamiento. La espiritualidad se manifiesta como vida interior, madurez psicológica, o realización del proyecto existencial en el que espíritu y materia no se excluyen.

Vivir el camino de la espiritualidad es tener una vida completa, donde la mente, el corazón y las manos puedan transitar en convivencia con los demás y con la naturaleza, agradeciendo cada instante y cada experiencia por su caudal único e irrepetible de “VIDA”. Un verdadero ejercicio de conciencia, corazón y acción. El que transita este camino descubre que cualquier labor que se realice puede estar en consonancia con el fluir del río de la vida. Los antiguos órficos tenían una palabra para describir este estado en el que el espíritu se manifiesta: “Entheos”, endiosamiento,  “Dios en el hombre” o entusiasmo. En un término mucho más actual podríamos llamarle “empoderamiento”, sentir el poder interior. Y para sentirlo de verdad no hay atajos.

Editado en la Revista Plural. Edición de diciembre de 2012.