jueves, 6 de junio de 2013

En defensa de la Filosofía: pienso, luego estorbo.



Como anunciaba Nietzsche, el mundo de la posmodernidad se zambulle de lleno en el nihilismo, en la nada. Sin parámetros que nos oriente, rumbo, ni dirección, nos movemos sin saber hacia dónde. Cuando miramos dentro de nosotros mismos nos encontramos perdidos en un laberinto de espejos: instintos, miedos, dudas, deseos, emociones, pensamientos, dolores y alegrías. Y ¿no sabemos quienes somos? ¿Cuál es la voz de nuestro interior que nos representa realmente? Cuando miramos hacia fuera el espectáculo es más desolador. Parece que todo está trastocado. Asociamos la idea de política con la de corrupción, en vez de servicio público; el trabajo, si es que lo tenemos, es una forma de llevar el sueldo a casa, en vez de una vocación; hemos convertido la naturaleza en un almacén de materias primas más que un ecosistema del que somos una parte más, importante, pero no exclusiva;  todo se ha transformado en negocio y el hombre en consumidor.

¿Qué nos depara el futuro? No podemos predecirlo. No sabemos si el tiempo que viene será mejor o peor que el que abandonamos. Sospechamos que será mejor. El siglo XXI nace entre dolores de parto, pero impulsado con vientos de cambio y cantos de esperanza. Un espíritu que nos sugiere que las cosas no se solucionarán solas; que tenemos que apostar por un cambio a través de la educación, un paso principal e ineludible para encontrar soluciones.  

 
Sin embargo, por paradójico que parezca, es la educación pública la que, en mayor medida, se ve afectada por los recortes presupuestarios.  La educación superior, con el plan Bolonia, se ha “privatizado”, y ha proporcionado una oferta de postgrados sin precedentes, pero inaccesible a muchas economías familiares. Los profesores se encuentran con aulas masificadas, y con muy pocos medios para educar realmente a los niños. Por otro lado, los padres exigen de la escuela, que hagan lo que ellos hacen insuficientemente en sus casas. Pero es que a ellos tampoco les enseñaron a ser padres.

Si este panorama en la educación es, ya de por sí, desalentador, ahora ronda la amenaza de quitar de los planes de estudios de secundaria la filosofía. Los jóvenes ya no tendrán ética, ni historia de la filosofía. Quedarán como asignaturas optativas entre una pléyade de otras más prácticas. Parecería, después del panorama descrito anteriormente, que esto de la filosofía es lo de menos. Pero no es así. Responde a un plan “casi conspirativo” para hacernos más tontos y manipulables. “Pienso luego estorbo” diría hoy Descartes. Posiblemente la intención de los políticos sea buena. Consideran que hay que priorizar las asignaturas que puedan preparar a los jóvenes para las carreras técnicas y el mercado laboral. !!Al fin y al cabo, para qué sirve un filósofo!!! , Sin embargo el resultado será terrible. En la Edad Media, la filosofía y el librepensamiento fueron perseguidos, incluso castigados con la hoguera. Hoy a la Filosofía se la condena al ostracismo, se la destierra del aula, se la amordaza. Y ¿qué sucederá cuando esos jóvenes formados en técnicas, pero con una deficiente formación en pensamiento crítico, con desconocimiento de los principales sistemas filosóficos de la humanidad y con nula capacidad de reflexión ética, lleguen a dirigir los partidos políticos, las empresas, los laboratorios de investigación, etc.? Nos aguarda un futuro de hombres máquina, hombres capaces de producir y de consumir pero incapaces de pensar por sí mismos.  ¿Es este el futuro que queremos? Basta con estudiar un poco de historia para descubrir que las mejores obras de la humanidad y los mayores avances del espíritu humano estuvieron alentadas por la reflexión filosófica y el humanismo. Grecia del s. V a. de C., el Renacimiento europeo, el nacimiento del estado de derecho y el reconocimiento de los Derechos Humanos, como ejemplo, estuvieron alumbrados por pensadores y filósofos. La historia también nos recuerda a qué tiempo de oscuridad cultural y fanatismo llegamos cuando la filosofía es desterrada y perseguida.

Es hora de defender la Filosofía. Ella, nació libre. Es el más alto monumento a esa libertad que no puede ser vulnerada por cadenas ni hierros, la libertad de pensar por uno mismo, la de amar la verdad y buscarla sinceramente. El pragmatismo y el utilitarismo la están reteniendo contra su voluntad, contra la voluntad del hombre, contra la voluntad de todos nosotros.

Víctor Vilar Gisbert.  Publicado en la revista Plural. Abril 2013.