martes, 19 de octubre de 2010

Creo

(inspirado en un verso de Mario Benedetti:
“ obedecer a ciegas deja ciego, crecemos solamente en la osadía”)


Creo en el hombre que no se doblega,
el que transforma el mundo
con sus manos y su cabeza.
El que convierte en oportunidad
cada segundo.
Instantes fértiles, vivos,
dorados racimos de néctar.
Creo en él,
porque su hablar nunca es mudo
escribe su verdad en cada letra,
vive cada palpitar.
Ama, yerra, se esfuerza y vuelve
a la carga una vez más.
¡Libertad y osadía!
Prefiere la luz antes que andar a tientas.
El solitario riesgo frente al redil.
Lo real, aunque sea duro,
sobre a las apariencias.
Creo en el hombre
que ante el destino no se amedrenta.
Su alma está intacta
aunque en el lodo se meta.
Está entrenado en la adversidad.
El temor, ¡cadena y venda!
A él le empuja y le acicatea.
No hay cumbre lo bastante alta,
ni océano profundo,
no hay tirano, ignorancia, o miedo
que a su voluntad sometan.
Si no sabe, aprende.
Si otro pudo, él puede.
Dios le dio todo un mundo
por descubrir… Las fronteras,
aunque se resistan,
no lograrán detenerle.
Yo creo en ese hombre
porque mira de frente,
porque tiene conciencia.
Reniega de tiranías, opresión y violencias
vengan del color de donde vengan.
Se escondan bajo los estandartes que sean.
Los demás también creen en él y en ella.
Por eso existe. Porque creemos.
Porque él, tú y yo creemos
en el hombre que no se doblega,
el que prefiere la luz antes que andar a tientas.

Víctor Vilar.

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