Cada día que pase, has de decirte:
¡Hoy he nacido!
El mundo es nuevo para mí; la luz
esta que miro,
hiere, sin duda, por la vez primera
mis ojos límpidos;
la lluvia que hoy desfleca sus cristales
es mi bautismo.
Vamos, pues, a vivir un vivir puro,
un vivir nítido.
Ayer, ya se perdió: ¿fue malo?, ¿bueno?
...Venga el olvido,
y que quede sólo, de ese ayer, la esencia,
el oro íntimo
de lo que amé y sufrí mientras marchaba
por el camino.
Hoy, cada instante, al bien y a la alegría
será propicio,
y la esencial razón de mi existencia,
mi decidido afán,
volcar la dicha sobre el mundo,
verter el vino de la bondad
sobre las bocas ávidas en redor mío.
Será mi sola paz la de los otros:
su regocijo mi regocijo,
su soñar mi ensueño;
mi cristalino llanto,
el que tiemble en los ajenos, párpados;
y mis latidos,los latidos de cuantos corazones
palpiten en los orbes infinitos.
Cada día que pase, has de decirte:
"¡Hoy he nacido!"
Amado Nervo
P.D. ¿Habéis sentido alguna vez el galopar de unos caballos en el pecho?
El interior del alma humana presenta una cartografía rica en desniveles, cumbres y valles, abismos y altas montañas. No obstante yo siento devoción por las alturas y los paisajes luminosos. Por este motivo, no es de extrañar que mi viaje se emprenda hacia lo alto. Convoquemos a los vientos favorables que sostienen las alas e impulsan al alma, cuanto más arriba... más adentro.
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